¿Qué
sentido tiene tratar de hacerme con lo que quiero? ¿Con aquello que se me
presenta como deseo, objeto utópico de mi placer? Mi voluntad no basta para hacerlo
asequible, pues ahí donde se centra mi anhelar es sólo un engaño, la ilusión
que se desvanece con tan sólo tocarla.
Espejismo
de mis necesidades que no alcanza a representar lo que el lenguaje desfiguró. Significante
incognoscible sin signo aparente, un reflejo, tal vez una sombra que se esconde
en la periferia.
El
camino es interminable, se ramifica sin que lleve a ningún lado. La aparente
meta se encuentra en constante movimiento, si es que acaso alguna vez estuvo en
verdad allí. A cada paso una nueva posibilidad, mayor la incertidumbre.
Deambulo
en búsqueda de aquel brillo que parpadea intermite. Siempre a la distancia,
inaccesible. Tan pronto creo estarme acercando, tenerlo a un palmo de
distancia, vuelve a ser consumido por la nada. Las tinieblas se hacen con ella
cual si nunca hubiese existido.
Son
mis necesidades las que me impulsan, la falta su origen, y la futilidad su fin.
El goce no logra aminorar el sufrimiento que pavimenta mi andar. De carácter
efímero, perdió su efecto tras la realización de su falsedad. ¿Qué queda ahora
si no la vacuidad del todo? Vagar como un ciego en la perpetuidad de la noche.
Por J. Reed
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