lunes, 27 de febrero de 2017

Distante



Te pondré en un altar, apartada de miradas ajenas. En lo profundo de mi consciencia. Erigida como una deidad arcana. La única a la que importa rendir culto en este mundo desolado y carente de sentido.

Tu fulgor viajará años luz desde un punto remoto en la vastedad del espacio, atravesando el cosmos sin nada que obstaculice su camino en el mar de tinieblas que quedó tras la muerte de la última estrella.

Habré de visitarte en mis momentos de punzante soledad sin esperar de ti palabra alguna, pues nada hay por decir que alivie el dolor que me envenena al sentir perpetuamente tu ausencia.

Y en medio del silencio habré de materializarte al pronunciar tu nombre.


Tu nombre…

Tan sólo un murmullo, tres sílabas que servirán para mitigar mi sufrimiento por un breve instante.

Aunque después vuelva a la realidad.



Aquella en la que ya no estás y en la que me derrumbo al despertar.


Por J. Reed

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