domingo, 19 de febrero de 2017

Space-Time Traveler




No me agradan los viajes al pasado, creo que nunca lo han hecho. Para el resto resulta tan sencillo, incluso placentero, darse vueltas por escenas de su pasado cual si se cambiara de canal al televisor. Puedo ver cómo se pierden, por breves instantes, embelesados en su memoria, trayendo consigo la sonrisa que brinda la nostalgia. Claro, no toda memoria les es grata, pero han aprendido a dejar aquellas dolorosas y desagradables imágenes en un oscuro rincón, donde no llamen la atención, delegando la labor de depositario de las mismas al inconsciente.

“Si no lo veo, no me afecta”, reza su mantra, y es lo que hace curiosa su conducta. Este doblepensar, o disonancia cognitiva, según se le quiera llamar, les permite ver sus recuerdos desde perspectivas más amables que les hará sentirse contentos y seguros de una plenitud que nunca estuvo ahí. No se dan cuenta del engaño en el que viven, tan seguros de que el pasado como se les presenta forma parte de su realidad, cuando no es mas que el producto de una ciega interpretación.

Echan mano del viejo pensamiento mágico, atribuyéndole a sucesos aleatorios un significado y trascendencia inexistente. No puedo culparlos, tratan de darse ánimos para tolerar su existencia al hacerse creer que su presente, o el futuro, puede recobrar la cálida esencia que guarda el pasado, o al menos algo de su aparente paz.

Yo también era capaz de lograr tal hazaña, y dentro de mi malestar perpetuo pensaba que las etapas previas de mi vida eran mejores, disfrutando de sus suaves y reconfortantes aromas. Pero no tardé en caer en el desencanto, con plena consciencia del engaño autoinducido como parte del juego social. Con esto llegó la verdad, cruda, desagradable y dolorosa verdad. Entonces mis interpretaciones previas parecían los reflejos deformes de los acontecimientos vividos, siendo que siempre fueron desoladores, pero el veneno sabe mejor con unas cuantas cucharadas de azúcar.

Sin embargo, no es éste el único motivo por el cual evito viajar al pasado. Los demás pueden pasearse por las memorias como un ente inmaterial que nunca entra en contacto con su entorno, sino como un simple espectador que centra toda su atención en los detalles necesarios para mantener la ilusión. Mi situación es completamente distinta. Cada que viajo al pasado debo tomar las precauciones necesarias para no interrumpir y alterar la causalidad con mis acciones. Cuando se vuelve de un pasado alterado, no hay manera de saber qué elementos cambiaron, pues uno pertenece ya a esa línea temporal de recién sincronización.

Otro problema viene en relación al enfoque o perspectiva sobre el pasado. Mencioné ya que los otros siguen una secuencia específica de tomas, cual película cuidadosamente editada, obteniendo la placidez del ensueño nostálgico. Mis viajes no se reducen a la simple satisfacción de la necesidad de mantener el espejismo. Cuento con libertad de alejarme de la locación y tiempo en el cual aparecí, utilizándolo como portal con el cual acceder a otros puntos en el tiempo-espacio en su periferia. Fue ahí cuando se arruinaron los viajes al pasado para mí.

A través de los portales uno ve aquello que los demás dejarían fuera de la memoria; momentos, lugares, situaciones… el contexto mostrado como una generalidad en base a sus partes. Tanto como hay portales cuyas escenas evocan una sonrisa, los hay mas que muestran pasajes solitarios de una oscuridad insondable. Y todo sucede en un instante, pues siempre se regresa al punto de partida, es decir, el presente.

Por eso evito viajar al pasado en la medida de lo posible, sólo viajando cuando sea necesario obtener algún dato importante para el hoy; aunque últimamente se sale de mi control, así que, a fin de cuentas, resulta inútil oponer resistencia. Jamás sé qué estímulo desencadenará la ruptura en el tiempo-espacio, siendo succionado al interior de la fractura sin que sea perceptible a ojos ajenos. Tal vez sólo me delate el repentino cambio de ánimo y la fatiga de quien revive un par de años tras un parpadeo.


Mejor será viajar al futuro, siempre cambiante, sujeto a la causalidad actual. Ahí no hay problema si se alteran sus elementos, ya que al volver al presente nada quedará de esa línea temporal. Y si bien no luce alentador, y carece de certidumbre, nada hay que lo diferencie del hoy, tan absurdo como el ayer, como el segundo que se extingue al marcar el punto final a este pensamiento.



Por J. Reed


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