domingo, 5 de noviembre de 2017

Cuentos del Absurdo/ I. For the sake of…



El silencio en la sala de espera le carcome los nervios a Joaquín. Hace un par de horas su esposa fue llevada de urgencia al quirófano. Sería necesario practicarle una cesárea de emergencia. Desde entonces nadie ha sido capaz de decirle qué está sucediendo y si su esposa e hijo se encuentran bien. Por su mente transitan todo tipo de pensamientos fúnebres, imágenes con promesas de muerte y dolor.

Durante el transcurso del embarazo habían sido informados de los riesgos que podría traer tanto para Julia como para el bebé. Sin embargo, el feliz matrimonio no permitió que el fatalismo dictara sus decisiones y continuaron en el embarazo pese a los peligros que pudiera acarrear.

Las puertas de la sala se abren y pareciera que transcurre un siglo hasta que la enfermera dice su nombre. Joaquín se pone en pie rápidamente, tratando de guardar la compostura y detener los temblores generalizados en todo su cuerpo, en su voz atropellada.

Joaquín no alcanza a comprender cabalmente lo que dice la enfermera. Sólo percibe unos cuantos fragmentos entre la estática que escucha en su interior. “Complicaciones… riesgo de muerte… decisión…” Su universo colapsa y el pánico se atenaza en sus músculos.

La enfermera conduce a Joaquín al quirófano a través de un largo pasillo. La gente fuera de las habitaciones lo mira con expresiones muertas, rendidas. En sus ojos se ve reflejado y no encuentra en ellos respuesta alguna a su angustia.

Todo parece irreal hasta que ve a Julia y se apresura a su lado. La mira exhausta y asustada. La toma por la mano y ella llora. Dice que no quiere perder a su hijo, antes prefiere morir ella.

Joaquín no entiende nada. ¿Por qué habría de morir alguien? Él intenta tranquilizarla forzándose a sí mismo a creer la mentira para enmascarar la incertidumbre. Un doctor se aproxima a ellos y se explica la situación a Joaquín, recomendándole que lo más importante sería salvar la vida de su esposa.

Al escuchar eso, Julia se aferra con más fuerza a la mano de Joaquín y le suplica que salven a su hijo. Que si alguien debía vivir era él. Su vida no podía terminar cuando aún no había comenzado.

La pareja sollozaba y Julia le hizo jurar a Joaquín que protegería a su hijo y que lo amaría por los dos cuando ella no estuviera. Joaquín asentía a todo lo que Julia decía. Su corazón se desgarraba al pensar que esa sería la última ocasión que la vería.

Una enfermera hizo salir a Joaquín del quirófano y lo acompañó a la sala de espera. Sin mayor indicación, lo abandonó en el desquicio de su sufrimiento. A la espera de que la catástrofe que se avecinaba.

El velorio de Julia se llevó a cabo al día siguiente del nacimiento de Fernando, su hijo. Joaquín no había podido dormir desde entonces. Cada vez que cerraba los ojos, lo único que podía ver era la mirada suplicante de Julia pidiéndole que salvaran a su hijo en lugar de ella.

Fernando, como Julia quería llamarlo, nació con problemas respiratorios. El especialista recomendó mantenerlo bajo observación en el hospital en caso de que se presentaran complicaciones. Su estado de salud podría empeorar en cualquier momento, pero con los cuidados necesarios podrían darlo de alta en poco tiempo. Era cuestión de esperar lo mejor, le dijo el especialista.

Tres semanas más tarde, Joaquín se marchó del hospital en compañía de su hijo. El velorio de Fernando se realizó en la misma casa funeraria donde velaron a Julia. Sus cenizas descansarían a un lado de las de su madre. 


Por J. Reed

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